Una lección de esperanza.
Continuando la vida durante y después del cáncer: la historia de Elizabeth
Como muchas personas, Elizabeth no tenía deseos de hacerse su primera colonoscopía. De hecho, la pospuso por cinco años.
“Yo era el tipo de persona que se hacía todas las pruebas y análisis médicos, excepto la colonoscopía”, comenta esta maestra retirada de Brooklyn, Nueva York. “La gente siempre me contaba historias desagradables de la preparación para la colonoscopía”.
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Pero cuando a su hermana se le tuvo que realizar una colonoscopía en agosto del 2014, Elizabeth decidió que ya era hora de hacerse una también. Acompañó a su hermana a hacerse el procedimiento y programó una cita para ella.
El proceso no fue tan malo como Elizabeth pensaba. La preparación no fue divertida, pero la superó. El procedimiento terminó más rápido de lo que se imaginaba.
Lo difícil fue lo que vino después. El médico de Elizabeth le dijo que tenía cáncer colorrectal. Cuando el cáncer afecta el colon o el recto, se llama cáncer colorrectal.
“Me quedé en ‘shock’ “, recuerda. “Ni siquiera sabía qué era el cáncer colorrectal. Fue algo surrealista, como cuando uno está soñando”.
Eligiendo su equipo médico
El gastroenterólogo de Elizabeth le recomendó a tres expertos en cáncer colorrectal. Uno de ellos fue el cirujano José Guillem de Memorial Sloan Kettering. Elizabeth evaluó sus opciones y llamó a otro de sus médicos para ver a quién le recomendaba. Todos los caminos la condujeron al Dr. Guillem. De los tres, era el único cirujano que podía preservar el esfínter anal con la cirugía. Eso quería decir que ella no tendría que usar permanentemente una bolsa de colostomía- una bolsa externa que recoge las heces fecales.
Durante su primera consulta, el Dr. Guillem estuvo acompañado por estudiantes de medicina a los que estaba enseñando. Elizabeth recuerda que fue entonces cuando se sintió en buenas manos.
“Parecía una súper estrella. Todos estaban atentos a cada una de sus palabras”, dice con una carcajada.
Elizabeth se sintió gratamente sorprendida al saber que el Dr. Guillem y ella tenían en común su lengua natal, el español.
“El idioma es algo que tenemos en común y eso me hizo sentir bien”, comenta. “Cuando encuentras algún tipo de afinidad con otra persona sientes una conexión instantánea”.
Las preguntas correctas que hizo Elizabeth acerca de su condición impresionaron al Dr. Guillem.
“Me pareció una persona prudente y pensante”, dice el Dr. Guillem. “Cuando supe que era maestra, entendí todo: como todos los grandes maestros, Elizabeth siempre fue muy cariñosa, atenta y una buena oyente”.
El Dr. Guillem le recomendó quimioterapia y radiación antes de la cirugía. Ambos tratamientos reducirían el tamaño del tumor, lo cual haría más fácil su posterior extracción, le explicó a Elizabeth.
Dichos tratamientos también combatirían cualquier micrometástasis; que son pequeños fragmentos de cáncer que se separan del tumor original y se esparcen por otros sitios del cuerpo.
Comienza el tratamiento
En octubre de 2013, Elizabeth comenzó la quimioterapia con el oncólogo Dr. Neil Segal. Al principio, tuvo una reacción alérgica al tipo de quimioterapia que se le inyectó, pero el Dr. Segal ajustó su dosis y le administró antihistamínicos para contrarrestar los efectos secundarios. Elizabeth pudo tolerar la medicina mucho mejor después de esto.
Ella sufrió algunos otros efectos secundarios propios de la quimioterapia. Tuvo una reacción a la anestesia usada cuando le pusieron un MediPort, que es un tubo que se inserta en una vena del pecho para administrar medicinas. También padeció de sarpullidos y neuropatía. Perdió peso y el apetito, pero siempre trató de no perder la fortaleza. Además, contó con un arma secreta que la ayudó a mantenerse motivada durante todo el tratamiento.
“El chocolate fue uno de los mejores remedios para sacarme el sabor de la quimo”, comenta Elizabeth. “Un trocito lo mejoraba todo. Tomaba kéfir (leche fermentada) para estabilizar mi estómago”.
En esa época, Elizabeth seguía trabajando como maestra en Brooklyn. Era importante para ella seguir haciéndolo para poder sentir cierta normalidad en su vida, durante el tratamiento.
“El cáncer no iba a ordenarme que hacer ni a controlar mi vida”. Mantener su horario regular era importante.
Cuando llegó el momento de pensar en la terapia de radiación, Elizabeth tuvo sus dudas. Pero Kathryn Goodman, la oncóloga especializada en radiación, la ayudó a entender la gravedad de su situación.
“Me habló amorosamente, pero con firmeza”, recuerda Elizabeth. Me dijo: ‘Este no es un resfriado común. Este es un cáncer que necesita ser tratado agresivamente’ ”.
Fueron las palabras que Elizabeth necesitaba escuchar. Después del primer mes de radiación, en junio de 2014, el Dr. Guillem le practicó una cirugía curativa que la dejó sin rastros de la enfermedad. Durante tres meses, el tiempo que le tomó recuperarse, Elizabeth usó una bolsa de colostomía. En septiembre de 2014, se sometió a una segunda cirugía para que le quitaran la bolsa. También se reunió con los expertos del Servicio de Medicina Integral de MSK, quienes la ayudaron a optar por una nutrición saludable después haber sido tratada por cáncer.
Elizabeth Ahora
Elizabeth se propuso mantener su vida tan normal como le fuera posible durante y después del tratamiento, y lo ha logrado. Cuando no trabaja como maestra sustituta, le encanta bailar salsa, jugar con su sobrino, estar con la familia y ver obras de teatro. Viene a MSK una vez al año para su CT scan, y también tiene colonoscopías varias veces al año con su gastroenterólogo.
“Después de cinco años de cuidadoso seguimiento, Elizabeth no tiene rastro alguno de la enfermedad, su sistema gastrointestinal funciona bien y su calidad de vida es excelente”, comenta el Dr. Guillem.
Elizabeth considera el cáncer como “algo del pasado, que no define quien soy”, pero si decidió compartir su historia con otras personas.
“Muchas personas no creen en la posibilidad de ser diagnosticado con cáncer. Si puedo lograr que una persona se haga una colonoscopía y salve su vida, todo valió la pena. La detección temprana es clave.”
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